21 jun 2012

VUELVE EL FASCISMO




Veo una foto estremecedora. 


Tres policías acorazados, sin rostro, el casco y las protecciones le cubren la cabeza y la cara, detienen a una anciana de cabello cano, pobremente vestida, con una expresión entre la rabia y el dolor físico.
Reconozco el vestido de la anciana, he visto cientos de veces a mi madre vestida con esa bata rameada. Reconozco esa expresión de mujer del pueblo, sufrida, doliente, los dientes apretados y esa mueca de rabia sin contener ante la opresión, ese no resignarse ante la injusticia. Reconozco a mi madre.
Los tres policías llevan mascarilla, guantes, pistola, coderas, hombreras, porras… No tienen rostro. Nunca lo han tenido. Los reconozco. Son el fascismo. El institucional, el represivo, el policíaco.
La anciana protestaba contra el recorte sanitario, contra el latrocinio de la banca, contra la amnistía a los defraudadores de impuestos, la reducción de derechos laborales, el deterioro de las pensiones. Defendía la dignidad y la vida desde su vejez y pobreza. Reconozco a mi madre.
Los gorilas hacían una demostración de fuerza insultante, una agresión a la razón y a la inteligencia y defendían no sé que entelequia del estado de derecho. Los policías monstruos, pagados por los impuestos monstruos de todos, defendían a los vende patrias monstruos que huyen con sus dineros a las primeras de cambio, a los que regularizan su dinero negro por unas monedas, y a garrotazos y bastonazos monstruos nos daban su versión de la ley y el orden.
La anciana tiene un gesto insuperable de dignidad, no vuelve la cara, no se la ve atemorizada ni abatida. Se aprecia su fortaleza de carácter, su rabia y su indignación ante la injusticia. Bajo un cúmulo de fuerza bruta, ante ese ejercicio mercenario de la ley de los poderosos, resiste. Reconozco a mi madre.
Un policía hace un primer amago de la tortura que vendrá después. Aprieta, casi retuerce, la muñeca derecha de la anciana. Ya está apelando al dolor. Ya está rebasando el límite de los derechos humanos. Ya estamos todos en su cárcel. Reconozco ese gesto. Es el fascismo.
El azar del fotógrafo oportuno nos ha puesto, crudamente, ante la realidad del momento. El estado, el capitalismo, los vende patrias, nos detienen a todos. Nos torturan a todos. 



Los reconozco. Son el fascismo.

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